TRAUMAS DE LA INFANCIA: EL DÍA QUE ME ENCERRARON EN LA GUARDERÍA

Todos los días paso por delante de la guardería en la que estuve cuando era pequeña. Paso por ahí básicamente porque está al lado de casa de mis abuelos y por ello está al lado de mi oficina, pared con pared.


Mucha gente ve su cole o su guardería y sienten nostalgia o alegría por los recuerdos de la misma. Yo no, a mi me dan ganas de salir corriendo. Y es que la guardería fue una de mis primeras aventuras y en consecuencia de mis primeros traumas.

Ya de pequeñita la liaba a menudo, sobre todo porque ya en ese entonces me encantaba dormir. Y es así como empieza la primera historia que medio recuerdo de mi infancia, una de mis primeras Taniadas.

Tendría yo unos 2 años y pico y como cada día estaba en la guardería. Era un viernes y tocaba la hora de la siesta. Recuerdo que dormíamos la siesta en colchonetas pero había un hueco debajo de la escalera que a todos nos gustaba pero cuando llegaba ya había otro niño acurrucado para dormir en ese rinconcito así que nunca podía cogerlo.

Ese extraño viernes en el que se alinearon los planetas para que todo saliese mal o yo que sé, cuando llegó la hora de la siesta el hueco estaba libre así que me hice una bolita y me quede dormidita en el rincón.

Ese día mi madre salió un poco tarde del trabajo. Las cuidadoras de la guardería, chicas jóvenes, estaban deseando marcharse, por lo que cuando se despertaron los niños y sus padres los recogieron no se molestaron en revisar si quedaba alguien, se marcharon y cerraron la guardería. ¿A que no sabéis quien no se despertó de la siesta en su rincón? Efectivamente me quedé encerrada dentro.

Con dos añitos y medio me desperté sola, completamente sola en la guardería, cerrada, con las luces apagadas y unos barrotes muy grandes en las ventanas. Me puse al lado de la ventana, asustada, sin saber que pasaba o que hacer. No sé si en ese momento lloré, yo creo que sí.

De repente oí una voz fuera, en la calle, a través de la ventana, una voz salvadora llamándome “¿Tania?”. Asomé un poquito la cabeza por la ventana… “mamá me he quedado encerrada”.

A mi pobre madre casi le da un soponcio. Fue corriendo a llamar a mis abuelos y a mis tíos David y Alejandro que como ya he dicho, vivían al lado. Hay que tener en cuenta que de mi madre me separaba no solo los muros de la guardería, sino la valla y el patio que rodeaban el edificio donde me encontraba.

Mis tíos y mi abuelo vinieron corriendo. Mis dos tíos se saltaron la valla y se colaron en la guardería para poder darme la manita a través de los barrotes y tranquilizarme. En ese momento les dio lo mismo las palabras de mi abuelo y la ilegalidad que suponía colarse, ¡a la mierda!, su sobrinilla estaba sola y asustada.

Llamaron a la policía que vino corriendo en cuanto dieron el aviso. Los pobres policías empezaron a hacer preguntas porque claro, el aviso era que una niña estaba encerrada en la guardería, no sabían si era un tema de secuestro o que. Cuando comprendieron toda la historia también se saltaron la valla para estar conmigo. Necesitaban una orden de un juez para poder forzar la cerradura o los barrotes y sacarme de allí. Uno de los policías flipando dijo que ni de coña, cogió un gato de coche, lo puso entre barrote y barrote y forzó estos lo suficiente para poder sacarme por la ventana, sin esperar la orden del juez, él solo vio a una niña que necesitaba que la sacasen de allí y sin pensárselo dos veces lo hizo, sabiendo que podía jugársela le dio igual, el maravilloso policía forzó los barrotes, me saco por la ventana y (como en los reportajes de salvamentos de la tele) me entregó en los brazos de mi madre, sana y salva.

Todos llorando, todos dando las gracias, todos alegres por haber superado ese mal trago. Igual que en las pelis…

Lógicamente no recuerdo esta historia tan bien como la cuento, parte de la misma me la ha contado mi madre, mis abuelos, mis tíos y hasta los camareros de “El Brindis” el bar donde me tomo el café todas las mañanas, porque eso fue un show, todo el vecindario estaba ahí para ver mi rescate de la guardería del infierno jajaja.

Todavía a veces me encuentro con algún vecino que me dice “tú eres una Cantos ¿no? La nieta de Álvaro y Marielo… ahh si, ¡la que se quedo encerrada en la guardería!” y yo me muero de vergüenza porque no sé dónde meterme…

Ni que decir tiene que ya no volví a la guardería nunca más hasta que al año siguiente empecé el cole en parvulitos y que la policía denunció la negligencia de las cuidadoras… pero supongo que esa es otra historia.

En fin, solo es una anécdota de mi vida, con esta pequeña historia perteneciente a uno de mis primeros recuerdos os deseo… una feliz semana, porque al final todo sale bien.