Las 21:45… está a punto de anochecer, estoy haciendo la cena para los dos. El juega a la consola mientras… le miro de reojo y sonrío… es como un niño, todo concentración.
En ese instante vuelvo a verla, a ella, a mi. Está sentada en el sofá ¿mi sofá? No, es mucho más grande… más bonito… más sofá. Tiene un portátil en las piernas y no deja de machacar las teclas con sus dedos perfectos. Lleva las uñas pintadas de rosa. Miro las mías, las de verdad, están sin pintar y sin limar. Largas y limpias, pero salvajes y descuidadas. Soy un desastre… a su lado, no demasiado cerca hay un hombre, serio, viendo las noticias con el ceño fruncido. El pelo muy corto, muy bien afeitadito y con cara de vinagre. No se miran, no se hablan, no hacen nada. Parece que no existen el uno para el otro…
La imagen se desvanece y mi sofá vuelve a ser ese mueble viejo, cumulo de ácaros. Su ocupante vuelve a ser mi compañero de vida. Con su pelo largo, despeinado. Su barbita sin afeitar, está en calzoncillos, con las piernas sobre la mesa y fumándose un cigarro. Muy concentrado en su videojuego, muy atento… se gira un instante para mirarme y me lanza una de sus dulces sonrisas, se la devuelvo y le lanzo un beso y el vuelve a su juego…
No hay comentarios:
Publicar un comentario